
Fernando
Montaña Lozano
El Líbano, Tolima (Colombia)
Reside en Villavicencio, Meta
(Colombia) |
Esclavitud del brillo
(Jotabé)
Es el mundo espectáculo que enloda
poniendo lo distinto en rasa poda.
Mirar a los señores en castillos
danzando y exhibiendo sus anillos
es faena que admira lisos pillos.
Dan ejemplo de cómo usar los grillos
y el que mira los luce sanos, bellos;
induciendo a pensar con los cabellos.
Obnubilado por la ilusa moda
que sondea minando sus bolsillos
alardea del cobre sus destellos.
Miradas y caídas
(Jotabé tridecasílabo con estrambote)
Hay miradas sensatas; otras insensibles.
Hay miradas risueñas; otras irascibles.
Entre mirada y mirada gana la prisa
vetando los seres de loable sonrisa.
Mas, otros que observan la lejana cornisa
presienten en ella caricias de la brisa.
Y aunque caen de alturas sopesando el trago
eluden el caos evitando el estrago.
Y entre el ojo que cela en oscuros visibles
y la mente acuciosa, se ríe la risa
de ver el recelo que se tiene a lo aciago.
Limitante lumbago
que a paso acelerado comprime el pescuezo
no alegra el paso largo después del tropiezo.
Mejor vivo que valiente
(Jotabé)
En este mundo de hervidor caldero
al sensato evaporan de primero.
Corre el orbe detrás de valentía,
atajan pénales en portería,
delatan el desmán de la alcaldía,
el cuero pone al sol la mayoría.
En mi risa mordaz y sin misterio,
sensato soy de sacro baptisterio
y cuido mi existencia, caballero,
porque es mejor correr por cobardía
que acudir tan valiente al cementerio.
Fracturas del sosiego
(Jotabé con estrambote)
Lo hermoso es bella manta de jazmines,
rodeada de plácidos cojines.
Vibra el sosiego en cálida ternura,
vive la paz entre la brisa pura,
mueve alegría el ser en su cintura,
besa el amor en celestial dulzura.
Quieto el silencio desde casta aurora,
mueren borrascas donde el ansia mora.
Y cuando el ruido anega los jardines
los pétalos agachan su hermosura
y turbio el colibrí se decolora.
Y si hablas como lora,
espíritus deformes enalteces
que de pronto te ahogan en sus heces.
Verbo sin acción
(Jotabé)
Quien conecta el cerebro con la boca,
dice el pueblo que «jamás se equivoca».
El pueblo enlagunado en emociones
y discursos vibrantes en balcones,
se entroniza en tan santas ilusiones.
¡Dios condene al que aceita corazones!
Ese, tal vez en el estrés del lecho
goza el discurso atravesando el techo.
Mientras, un lego de agudeza poca
concluye viendo el verbo sin acciones:
«¡Falso! Del dicho al hecho hay mucho trecho».
La férrea simiente
(Jotabea)
Decían los mayores retando su conciencia:
ha de llegar el día que cese la violencia.
Los días, meses, años, legaron a mi frente
arrugas pesimistas, el ceño malqueriente.
Mis manos ya venosas, de exhibición un diente,
son huellas de la sangre que baña al continente.
Mi ser ya no resiste las sañas abismales
del triste cotidiano, raíces de los males.
Pero esperanza ronda la dura resistencia
que entre sus genes lleva la férrea simiente
que da vida a los hijos tildados de cristales.
Lección de nobleza
(Jotabé)
La nobleza: valor que de por vida,
mantiene el alma limpia y consentida.
En manos de mi padre, turbadora
noticia de colegio que deplora.
Mala nota me dio la profesora
y quiero dar razón aclaradora.
«El examen final fue de otro grado
y nada dije. Estaba preparado».
Sonriente el viejo, me dice enseguida,
mirada picarona y retadora:
«Al toro manso lo castran parado».
La lógica del vivo
(Jotabé dodecasílabo)
Un noble maestro poniendo pupila
al plato vecino, cavila y cavila...
«Mi buen compañero parece ya un rico;
está silenciado poniéndole el pico
al plato más grande; no al chico platico.
Por puro respeto, ni entiendo ni explico,
quien va por delante así crea que mande
se toma el pequeño». Reclamo que blande.
El otro responde: «Primero en la fila,
¿qué habrías tomado?». «Muy lógico: el chico».
«¡De todas maneras mi plato era el grande!»
Gramática del robo
(Jotabé dodecasílabo)
Conjugan: «Yo robo, tú robas, él roba».
Secreto entre pillos, secreto de alcoba.
Prometen que nunca sabrán de la escena
sabuesos de Estado que husmean sin pena.
Tampoco soplones palabra de arena
que fingen atados a frágil cadena.
El uno y el otro dinero a montones
reciben en bolsas. ¡Qué fieles bribones!
El último llora su suerte caoba,
barrotes lo esperan en gruesa condena
por dar la confianza a los tales soplones.
Tambores, besos y... perdón
(Jotabé decasílabo)
¡Tan tarán tan tan, tarán tan tan!
Tambores de queso piden pan.
Percutantes tambores de queso
protestan al ver mi cuerpo obeso.
Poco importa a mi rostro de yeso.
¡Mua... mua... mua...! Consiento al cerdo preso
de ansioso diciembre en Navidad.
Que vengan tambores de verdad
y ¡tarán tan tan! si soy patán.
Verán que este prófugo confeso,
¡pum pum! no dará, por su bondad.
Entrañas del tamal
(Jotabé)
Hay cosas que en el mundo son violencia;
mas, otras acarician la decencia.
El político endosa sus votantes
como dulces borregos sin cargantes
y ríe de sus santos ignorantes.
Un maestro ilumina a los infantes
y les muestra las áreas del mal.
«¡Jamás deben venderse por tamal!»
Un mundo navegando en la indecencia
de las aguas de turbios gobernantes
se hundirá en el pútrido exicial.
Confesión de altura
(Jotabé)
Te presento, Señor, mis seguidores.
Son tiernos, mansos, casta de pudores.
Cubren mi nombre con leal fiereza,
cambian por buena mi febril maleza,
ven en lo turbio escudo de mi alteza,
su voto dan con singular limpieza.
No observan más allá de los bozales
que impongo en el manejo de sus diales.
Perdóname, Señor: esos señores
ni idea tienen de su fiel torpeza:
facilitan su compra con tamales.
Pobreza en lo mucho
(Jotabé)
¿Tienes más que yo? No estés convencido.
No escucharás mi humillado sentido
buscando cesar la indigna arrogancia
de altivo mirar y voz de pedancia
que mana tu ruin y flaca importancia.
No escondas tu lar, tu acéfala infancia,
en turbios honores, flor de bolsillo;
tampoco el divorcio en pálido anillo.
Muy poco tengo en mi cálido nido,
humilde y feliz en tierna fragancia
y nadie nombra con alias de pillo.
Escupir para arriba
(Jotabé)
Salpican el espacio las salivas
vaciadas por sinuosas narrativas.
Abajo el soñador, cínico hablante,
sonríe y vocifera que adelante
sólo marchan los asnos de tirante
y academia de escuálido estudiante.
Pierde el señor su frágil compostura,
viste traílla indómita en cintura.
Lego en el mundo en ondas disuasivas,
transido de ignorancia el ruin farsante
siente el baño en esputo de la altura.
Reflejos de esperanza
(Jotabé)
Hay días que son el simple reflejo
de un fracturado y sincrónico espejo.
Miramos al patio y vemos la sala,
en vuelo directo inventan escala,
el gato maúlla en traje de gala.
Nunca te quejes; a nadie acorrala
lo adverso de un día. Mira más bien
a Anita y Benito en un santiamén;
pues a la muerte del tierno conejo,
alegrías y luces de bengala
alumbran la unión de Gemma y Rubén.
Miles, calor de familia
(Jotabem con estrambote)
Qué triste queda la casa
cuando se apaga la brasa
que da calor a la estancia.
Se escapa toda fragancia,
se desgonza la elegancia,
se acelera la vacancia.
Juan Benito ante el espejo,
Anita en rostro bermejo
y Gemma que se desfasa,
tan tristes, en resonancia,
lloran su hermoso conejo.
Muy parejo
actuará Nuestro Señor:
prodigará más calor.
Ancestros de mi Rima Jotabé
(Jotabea)
Tuvieron grandes hombres maestros de mi infancia
la clásica mirada de ritmos y elegancia
para enseñar sus gustos por noble poesía.
Pasaron de las coplas de humor y de alegría
a métrica de versos y estrofas de armonía
para instalar sonetos en mi memoria pía.
De ahí vienen los ritmos marciales de croché
tejidos en mis textos que nunca olvidaré.
Y ya en mi edad adulta, gustoso de constancia,
hallé mi paraíso: gozar en la ambrosía
de degustar gran plato de Rima Jotabé.
El abrazo verdadero
(Jotabea)
«¿Sabes cómo se abraza?», me dijo la verdad.
«Se abraza con verdades», dijo la sociedad.
Pensando siempre estuve: «Quedé con la secuela
de rectas expresiones, cumplidos y novela».
Mas, quiso mi docencia la vía paralela
de rígidos abrazos mostrar desde la escuela.
Un verdadero brazo sin músculo te auxilia,
sin normas ni saberes abraza tu vigilia.
La sociedad y escuela pretenden la bondad
pero sus muros grises son muros que la abuela
se salta con amores, con brazos y familia.
El esposo piloso*
(Jotabem)
«Si se quiere divertir
no se le olvide salir
a jugar el dominó
no en Viernes Santo. Si no
perderá hasta a quien lo crió».
A la esposa no escuchó.
Cuando lo vio que llegaba
sin dinero, lo vaciaba.
No dudó en controvertir
el señor: «¿Quien me ganó
en Lunes de Pascua estaba?»
*Piloso (o pilo): en Colombia, se dice de aquel personaje estudioso, comprometido, vivaracho. |