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Directorio de poetas que escriben en Rima Jotabé



Rima Jotabé



Directorio de poetas que escriben en Rima Jotabé en lenguas diferentes al Español

Directorio de Poetas que escriben en rima Jotabé en español
 
 
EDUARDO HORACIO GURY
 
Poemas
 
Eduardo Gury

Eduardo Horacio
Gury

Quilmes (República Argentina)
Cristo

(Jotabé)


En Cristo pongo toda mi confianza.
Mi Fe tras Él con devoción se lanza.

Nada existe, en verdad, que me conforte
ni que a la Culmen Dicha me transporte
cual Su Amor, que me ayuda a que soporte
lo adverso y a que bien yo me comporte.

Nada hay como la Paz que me convida
cuando, hecho Pan, Su Cuerpo es mi comida.

Cristo es mi Luz, mi Guía, mi Esperanza,
mi Faro, mi Razón, mi Ley, mi Norte...
¡Y es el Camino, la Verdad, la Vida!



Vía Crucis en Jotabé

(Jotabé)


I – Jesús es condenado a muerte

A la muerte a Jesús se lo condena:
los leños de la Cruz serán Su pena.

Y no se opone a este designio bravo
que se reserva al reo y al esclavo.
Mas presiente el dolor de cada clavo
que horadará Su carne al fin y al cabo.

Con una dócil lágrima que vierte
responde ante el dictamen de Su suerte.

Un soldado lo amarra y lo encadena,
se burla de Él con saña y menoscabo
y lo inicia en la ruta hacia la muerte.



II – Jesús carga con la Cruz

Ya la Cruz en Sus hombros lleva el Hombre
que tiene Nombre sobre todo nombre.

Parece que aproxímase Su ocaso,
un fin del todo inesperado, acaso.
Camina por la senda con un paso
cansino y doloroso, de fracaso.

Es un paciente y Santo prisionero
el que va padeciendo en el sendero.

Parece, sí, el final. Mas no se asombre
nadie si no lo es, puesto que el caso
es que en hombros de un Dios pesa el Madero.



III – Primera caída de Jesús

Nuestras maldades y odios en exceso
carga Jesús, el más Ilustre preso.

El escarnio padece en el camino
que lo conduce al último destino
terrenal de los hombres, el genuino
misterio de morir... ¡Y Él es Divino!

Cual de un amigo, de la Cruz se aferra,
mientras el horizonte se le cierra.

Y, pues no puede soportar el peso,
Su doloroso Cuerpo mortecino
rueda por la primera vez en tierra.



IV – Encuentro de Jesús y María

¡Qué inolvidable que será este día!
¡En Su marcha Jesús la ve a María!

Y se acerca a esa Madre quejumbrosa,
la de la tez más pura y más preciosa,
que en esta hora triste y dolorosa
se vuelve aún más bella, aunque llorosa.

Al Hijo que padece lo consuela...
¡Por Él ya lleva tanta noche en vela!

Y el Hombre-Dios, ahora en agonía,
le dice la palabra más hermosa:
«¡Mamá!». ¡Qué amor tan grande el que revela!



V – El cireneo y Jesús

De sus asuntos en los campos viene
Simón, el hombre justo de Cirene.

Jesús no puede más. La Cruz le pesa
más que un remordimiento que no cesa.
Y a Simón, que es tomado por sorpresa,
lo obligan a cargar con la Cruz esa.

De este modo, en un trecho del camino,
no agobian los maderos al Divino.

Pero esa breve paz que sobreviene
no dura, no persiste, no progresa
porque se va Simón tal como vino.



VI – Jesús y Verónica

Verónica se llama una muchacha
de Israel, joven fiel, pura y sin tacha.

Tiene en su corazón, que no es huraño,
amor como el de un mar, de ese tamaño.
Honra a todos y le hace mucho daño
que sufra un conocido o un extraño.

Ella ve en Jesucristo cuánto pesa
la Cruz, y se le acerca por sorpresa.

Se detiene Jesús, tiembla y se agacha
para que la Verónica en un paño
limpie Su Faz, que en él se queda impresa.



VII – Segunda caída de Jesús

Doloroso es el Leño para el Santo
Jesús, pero Él transpórtalo sin llanto.

Avanza como puede, a paso lento,
doblegado por tanto sufrimiento.
Pero no se le escucha ni un lamento
que haga notar Su cruel padecimiento.

En cambio, en las mujeres sobreabunda
el dolor en la cara gemebunda.

Porque lo ven tan solo en Su quebranto
y advierten que la Cruz, castigo cruento,
lo echa por tierra por la vez segunda.



VIII – Jesús habla a las mujeres que lo acompañan

El corro de mujeres llora y llora
desde que a Cristo le llegó la Hora.

Jesús les dice: «No lloréis, queridas,
por Mí. Llorad más bien por esas vidas
que a vuestros senos hoy lleváis prendidas.
¡Mañana, acaso, las tendréis perdidas!

Porque llega el momento (y ya es un hecho)
en que las quitarán de vuestro pecho.»

Después, tras esta mínima demora,
sigue andando a pesar de Sus heridas
y de tener Su Cuerpo contrahecho.



IX – Tercera caída de Jesús

Beberá el Cáliz Cristo hasta las heces
por más que al Padre le dirija preces.

No es que sea vana Su Plegaria Santa,
sino que Dios medita y no quebranta
Su Plan de por Jesús salvar a tanta
gente común a quien la muerte espanta.

Ya Jesucristo la mirada atrae
de los curiosos y en la senda cae.

Es ésta la tercera de las veces
que rueda en tierra, pero se levanta...
¡Un alma heroica en Sus entrañas trae!



X – Jesús es desvestido

Los fariseos gritan con violencia,
lo observan con sutil maledicencia.

Y, contemplando esas miradas duras,
Jesucristo se dobla en amarguras
y levanta la vista a las Alturas
donde no brilla el sol, que se halla a oscuras.

Un hombre, al paso, da un insulto rudo
que duele al alma cual puñal agudo.

Y los soldados, sin tener clemencia,
le quitan a Jesús las vestiduras
ante todos dejándolo desnudo.



XI – Crucifixión de Jesús

Llegan Jesús y todos al Calvario.
La Cruz será del odio el corolario.

El Hombre que vivió siendo el más Bueno,
el más Santo, Pacífico y Sereno,
debe aguantar la pesadez del cieno
de la gente y sus actos de veneno.

Lo insultan, lo maldicen y no acaban
de herirlo con sus labios que no alaban.

Como si fuera un pérfido adversario
de muchos crímenes y culpas lleno,
de pies y manos en la Cruz lo clavan.



XII – Muerte de Jesús

Ya está. Ya está clavado en el Madero
el Salvador del universo entero.

Es el peor momento de la Historia.
El Hijo, descendido de la Gloria,
por la miseria humana, por su escoria,
hace a esta tarde digna de memoria.

Los discípulos, tristes, se retiran.
Sólo María y Juan de cerca miran.

Y Él, humilde y pacífico Cordero,
llega a la Hora Final consagratoria:
¡Su Cuerpo y Alma, por Amor, expiran!



XIII – Descencimiento del Cuerpo de Jesús

Son las tres de la tarde. Ha muerto Cristo
y hay prodigios que nunca se habían visto.

El día, en plena luz, se entenebrece.
Un vendaval furioso crece y crece.
Un terremoto el ámbito estremece.
La gente, consternada, se guarece.

Cuelga en la Cruz el Santo de Judea.
Lo desciende José de Arimatea.

Hay, en las rocas, un sepulcro listo
y hacia allí va José. Es sus brazos mece
al Hombre que cambió la Galilea.



XIV – Entierro de Jesús

José de Arimatea el Cuerpo lleva
de Jesús y lo pone en una cueva.

Piensa que ahora todo ha concluido,
que no habrá redención, que acto seguido
la vida del Maestro tan querido
quedará sepultada en el olvido.

Recuerda haber oído Su enseñanza
de cómo al Padre, haciendo el bien, se alcanza.

Mas piensa: «Él no pasó la última prueba
y ahora yo lo lloro, compungido,
pues en Él había puesto mi esperanza.»



XV – Resurrección de Jesús

Pasan tres días de dolor sombrío:
yace el Cuerpo de Cristo inerte y frío.

Mas el Domingo, bien de madrugada,
junto a la tumba de Jesús, sellada,
se acerca Magdalena, emocionada,
y se queda un buen rato arrodillada.

Pero de súbito una Voz recibe:
«¡Mírame y de llorar tu faz se prive!».

Ella responde: «¡Gran Maestro mío!».
Y después va a anunciar, maravillada:
«¡Para la eternidad ya Cristo vive!».



El nacimiento

(Jotabé)


En el profundo azul brilla la Estrella.
Es una noche silenciosa y bella.

En un pesebre están José y María
con plenitud de amor y de armonía.
Se va a cumplir la antigua profecía
de un Salvador que al mundo el Padre envía.

Bajará de la Gloria de la Altura
la más Santa y Hermosa Criatura.

Dolor de parto siente la Doncella...
José contempla, con mirada pía,
que nace Dios, que nace la Ternura.



Jesucristo

(Jotabé)


Fue clavado en la Cruz para el castigo.
El mundo se tornaba Su enemigo.

No aceptaron Su vida y Su linaje.
Lo trataron con hiel, como a un salvaje.
Mas Él no cejó nunca en Su coraje
porque traía un celestial mensaje.

Veinte siglos después yo me prosterno
y quiero darle un beso humilde y tierno.

Quiero ser, en mi vida, Su testigo
y conservarme puro para el viaje
que haré con Él hacia Su Reino Eterno.

(Poema Finalista del,
VI Certamen Poético Internacional, Rima Jotabé)




Ensueño

(Jotabé)


Viajemos en las alas del ensueño
a nuestro reino mágico y sedeño.

Allí te besaré, te diré mía,
te habré de consagrar mi poesía
y en un vuelo febril de fantasía
lograré que el Amor nos dé su guía.

¿Volveremos? ¡Jamás! ¡Si en esta historia
juntos diremos que la vida es gloria!

¡Vámonos ya! ¡Dejemos paso al sueño!
Y, si llega a su fin la travesía,
démosle eternidad en la memoria.

(Poema Finalista del,
V Certamen Poético Internacional, Rima Jotabé)




Poema religioso I

(Jotabé)


Cesa por fin el pérfido quebranto
del flagelo que le hizo verter llanto.

Los soldados romanos, con inquina,
trenzan una corona y cada espina
se clava en la cabeza mortecina
de Jesús, cuya angustia no termina.

Y lo llevan, después, por el sendero
hacia la pena cruenta del Madero.

Él, que ha bajado desde el Cielo Santo,
padece. Mas la Hora se avecina
en que habrá de salvar al mundo entero.



Poema religioso II

(Jotabé)


Duerme la noche y una rubia Estrella,
cual lentejuela, en la quietud destella.

Todo está en calma y en placer sereno.
Podríase decir que el gozo es pleno,
que el orbe es más humilde y es más bueno,
abierto a la esperanza y más ameno.

Hay una Virgen que con suave aliño
se deshace en palabras de cariño.

Es la más fiel y cálida Doncella
que, como Fruto Insigne de Su seno,
da a luz al Creador, que se hace Niño.



Poema religioso III

(Jotabé)


Ser hijo de la Luz, el desafío
más importante del anhelo mío.

Ir prodigando con abiertas manos
la caridad a todos mis hermanos,
a los de cerca y a los más lejanos,
a los de lejos y a los más cercanos.

Brindar cariño sin mirar a dónde,
al pobre humilde y al soberbio conde.

Y, tras hacer el bien con fuerza y brío,
ver cómo se disipan los Arcanos
y el propio Dios, amando, me responde.



Poema religioso IV

(Jotabé)


Practiquemos el Bien, que nada importa
como eso en nuestra vida, larga o corta.

Hagamos lo que acércanos al Cielo
y nos libra del mal de nuestro suelo.
Despleguemos el alma y que en un vuelo
reparta alivio y paz y fe y consuelo.

Démosle un bálsamo al que esté en quebranto,
sequemos toda lágrima de llanto.

Que el Bien, tarde o temprano, nos transporta
a la más alta cumbre del anhelo,
allí donde está Dios, Sereno y Santo.



Poema religioso V

(Jotabé)


Queriendo hacer el bien me desespero
pues hago el mal que, de verdad, no quiero.

Esto también pasábale a San Pablo
porque su cola entrometía el diablo.
Y yo el pecado arrojo cual venablo
sin querer, cuando pienso o cuando hablo.

Pero bien sabes, Dios, que ser procuro
una antorcha de luz frente a lo oscuro.

Y que con todo el corazón espero
ser cual Jesús, nacido en un establo,
inocente y feliz, humilde y puro.



Poema religioso VI

(Jotabé)


No más odio, ni guerra, ni violencia,
mas sí consuelo, caridad, clemencia.

La calma usad para frenar la ira
y veréis que al instante se retira.
Procurad no caer en la mentira
ni en la venganza que se enciende en pira.

Sed justos, sed pacientes, sed honestos;
poned amor en todos vuestros gestos.

Y recordad seguido esta sentencia:
Dios, en Su Reino, desde el cual os mira,
si buenos sois os guardará unos puestos.



Poema religioso VII

(Jotabé)


Pongamos, con la Fe y con la Esperanza,
una dosis de Amor en la balanza.

Junto a las tres Virtudes Teologales
agreguemos también las Cardinales
para aplacar la fuerza de los males
que hieren con recursos desleales.

Y levantemos la cabeza al Cielo
donde está Dios, el Fin de nuestro anhelo.

Pidámosle nos dé la Venturanza
que Jesús anunció con frases tales
como: «Creed en Mí, Yo os doy consuelo».



Poema religioso VIII

(Jotabé)


Dígnate ser lo que Jesús ordena:
una alma fiel de santas obras llena.

Siendo de Sus Palabras el testigo
mayor, diciendo: «Yo las cumplo y sigo».
De los demás tornándote el amigo
que brinda apoyo, pan, consuelo, abrigo.

Sembrando caridad con hidalguía.
Siendo un poco mejor día tras día.

Y, de este modo, convertida y buena,
que tu alma manifieste esto que digo:
«Seré feliz... ¡incluso en mi agonía!».



Poema religioso IX

(Jotabé)


Amo a Cristo, lo afirmo y lo sostengo.
Es Él lo más valioso que yo tengo.

Por todo lo que aprendo en la Escritura
sé que es un alma inmarcesible y pura
que a todos trata con filial ternura
y que nos va a premiar con la Ventura.

Por eso quiero ser siempre Su amigo
y de Sus obras el primer testigo.

Voy hacia Él puesto que de Él provengo.
Y un día, en Su presencia, allá en la Altura,
sé que habrá de partir Su Pan conmigo.



Poema religioso X

(Jotabé)


Y sí, pequé otra vez, pequé de nuevo,
hice lo que está mal, lo que no debo.

Pero confío en que mi Dios bendito,
que el orbe mira desde el infinito,
podrá observar mi corazón contrito
y ofrecerme el perdón que necesito.

Yo sólo soy un hombre con errores,
el más indigno de los pecadores.

Y, sin embargo, a suplicar me atrevo
con un tenaz, desesperado grito:
¡borra mis culpas, Dios de mis amores!



Poema religioso XI

(Jotabé)


Rezar es el más alto don del Cielo.
Nos da armonía y paz y fe y consuelo.

Cual si dijéramos "abracadabra",
la oración nos permite que se abra
el oído de Dios. Y Su Palabra
brota borrando la opresión macabra.

Por el rezo le llega salvación
a nuestro acongojado corazón.

Y hace que reflorezca nuestro anhelo
y que nuestra esperanza se reabra...
¡Qué cosa incomparable es la oración!



Poema religioso XII

(Jotabé)


Toda la vida quiero hallarme en vuelo,
dejar por siempre mi terreno suelo.

Y subir y subir hacia la altura
desplegando la noble envergadura
que mi alma tiene, reluciente y pura,
toda llena de luz y de ventura.

Y no mirar ya nunca más al piso,
de su llamada haciendo caso omiso.

Porque, en verdad, mi más precioso anhelo
es llegar a la Cima que fulgura
y en la que se halla Dios, el Paraíso.



Poema religioso XIII

(Jotabé)


Sed como quiere Dios, hombres prudentes
con la Verdad, la Luz, en vuestras mentes.

Propiciad el cariño y la terneza,
amad a toda la Naturaleza,
revestid vuestros miembros de pureza,
bendecid la alegría y la belleza.

Poned sonrisas donde abunden llantos,
socorred las angustias y quebrantos.

Sed justos, rectos, cálidos, pacientes,
doblegad a la envidia y la pereza,
dad vuestro testimonio siendo santos.



Poema religioso XIV

(Jotabé)


Sembrad la paz, el bien y la justicia.
Oponeos al odio y la malicia.

Con alma firme y voluntad de roble,
alzad la caridad como mandoble
para que a vuestros pies gima y se doble
todo lo que es perverso o es innoble.

Tened a Dios por vuestra norma y centro.
A Jesús y María llevad dentro.

Que así algún día la Inmortal Leticia,
leal juzgando vuestra vida noble,
por coronaros os saldrá al encuentro.



Poema religioso XV

(Jotabé)


Digo que sí, que todo está mi anhelo
puesto en la meta de llegar al Cielo.

Debo, por ello, ser humilde y manso,
esquivar la corriente y no el remanso,
darle al pecado un inmortal descanso
mientras detrás de la virtud me lanzo.

Y hacer, sin detenerme, cosas buenas
que rompan de las culpas las cadenas.

Debo subir, debo tenderme en vuelo,
a ver si de una vez a Dios alcanzo
y por la eternidad cesan mis penas.



Poema religioso XVI

(Jotabé)


¡Qué infinita ha de ser la algarabía
en brazos de Jesús y de María!

Eso será si aquí, sobre la Tierra,
nuestra razón a la virtud se aferra
y todo nuestro instinto libra guerra
a la sensualidad y la soterra.

Porque, venciendo del pecado el lodo,
se alcanza el Reino de muy fácil modo.

Y, cuando llegue nuestra muerte un día,
habremos de notar que el alma yerra
con Jesús y Maria, codo a codo.



Poema religioso XVII

(Jotabé)


Señor de los Ejércitos, Dios Puro,
quiero en Tus brazos descansar seguro.

Sentir que no podrá jamás dañarme
el mal, ni aunque lograse desarmarme,
porque Tú acudirás para cuidarme
y Tu preclara bendición brindarme.

Cubrirás mi cabeza con un manto
y calmarás mi pena y mi quebranto.

Me habrás de dar, como defensa, un muro
y así el pecado no podrá alcanzarme,
¡oh, Dios Bendito que te quiero tanto!



Poema religioso XVIII

(Jotabé)


Tan sólo Jesucristo nos da amparo.
Que esto nos quede para siempre claro.

Y que le agradezcamos Su venida
al mundo a darnos (aunque inmerecida)
la Buena Nueva de la Santa Vida
que en el Edén habrá de ser cumplida.

Y gracias porque no nos abandona
sino que a cada instante nos perdona.

Él, que es el Hombre-Dios, el más preclaro,
Sangre y Cuerpo nos brinda por comida
y el Fruto inmenso de Su Amor nos dona.



Poema religioso XIX

(Jotabé)


Yo tengo la impresión de que la muerte
no es quien las últimas palabras vierte.

Porque tengo fe en Dios y en Su Promesa
de que al morir el existir no cesa
sino que el alma a su lugar regresa:
a la Gloria que tanto la embelesa.

Y el cuerpo, tras el Juicio Postrimero,
con ella se unirá en gozo sincero.

¡Oh, Dios, en el final podremos verte
y dejará de ser una sorpresa
la imagen de Tu Rostro verdadero!

(Poema ganador del Séptimo Accésit del,
III Certamen Poético, Rima Jotabé)



Poema religioso XX


(Jotabé)


Nunca estará en la sombra ni en la duda
el que le pida a Jesucristo ayuda.

Disipará el turbión y la tormenta,
no temerá del cruel la daga cruenta,
pondrá en lo bueno la mirada atenta
y evitará el pecado que lo tienta.

No andará de lo vil entre la escoria
ni guardará al malvado en su memoria.

Y así el que al Santo Jesucristo acuda
un alma gozará de culpa exenta
y, cuando muera, alcanzará la Gloria.
 
     
   
     
 
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