IV

(Jotabé tetradecasílabo)


El desierto camino reconoce mis pasos,
soy la sombra de aquella que admiró tus ocasos.

A mi espalda, recuerdos que mi mente imponía,
de mi mano, el destierro que a mi duelo se unía.
la piedad fue virtuosa, todo cambió aquel día,
dio espacio a la indulgencia que inclemente dormía.

Las palomas del tiempo, anidaron en mi alma,
infinitas de versos, fueron canto de calma.

Sendero de mis penas, mas no de mis fracasos,
me enseñaste que la paz es la dulce armonía,
descubriendo los trinos, mi espíritu se ensalma.



Ausencia

(Jotabé tetradecasílabo)


Una lánguida tristeza naufragó en mi sueño
al verte partir, sin un adiós, ni el más pequeño.

¿He de quedarme en silencio en esta espera diaria?,
¡Ah!, cómo lastima esta vigila solitaria,
acojo tu olvido en mis manos, como plegaria,
ruego tu vuelta, a la virgen de la Candelaria.

Y tu ausencia sigo llorando, como una ofrenda
esperanzada que vuelvas, por la misma senda.

Mi alma enrojece, quema como inflamado leño,
pidiendo que tu vuelta no sea imaginaria
y ya, sin ausencia, tu perfume me sorprenda.



Pan

(Jotabem)


Sobre la mesa, crujiente,
tentador el pan caliente.

Vuelve el recuerdo lejano
cuando juntos en verano
con el molino de mano
triturábamos el grano.

Pan, una de mis pasiones
café y leche en los tazones.

Los niños piden, intente
dar el sabor cotidiano,
¡ay, como son de glotones!



Ana María Göede

(Jotabé)


Descalza llevarás ese compás,
al son de los tambores danzarás.

Esta será tu primera lección
por lo que pido poner atención,
al ritmo movido de la canción
y feliz, harás tuya la función.

En la sangre llevas habilidad
esa será por siempre la verdad.

Con el tiempo, nuevos pasos darás,
ellos provocarán admiración
por su colosal expresividad.