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ARTÍCULO 346

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PILARES DE LA POESÍA: LA ACENTUACIÓN FONÉTICA, EL RITMO

 

 
 

Con este tercer artículo dedicado a los tres pilares básicos de la poesía, concluyo una trilogía que entiendo que todo poeta que desee componer poesía clásica debe conocer.
Este tercer pilar, el de la acentuación fonética, es el que le imprime el ritmo a la poesía, mientras que la rima le da una gran musicalidad. Este pilar de la acentuación fonética es el más complejo de realizar, por ello algunos poetas han preferido sustituir la acentuación fonética por un ritmo interno en los versos ajeno a una acentuación específica y concreta.

Y, entre esos poetas que en alguna ocasión han sacrificado la acentuación fonética en pro de mantener los otros dos pilares, la rima y la métrica, hay miembros tan destacados como: Joanot Martorell (1413-1468) «Lo temps es tal que tot animal brut»; Víctor Hugo (1802-1885) «Jolies femmes»; Marqués de Santillana (1398-1458) «Soneto a San Andrés»; Vicente Gallego (1963) «Joan Vinyoli»; Amado Nervo (1870-1919) «El celaje»; Francesco Petrarca (1304-1374) «Voi ch’ascoltate in rime sparse il sueono»; Fernando Pessoa (1888-1935) «Ah um soneto!!!»; Luis de Góngora (1561-1627) «De la brevedad engañosa de la vida»; Francisco de Quevedo (1580-1645) «Muerte y vida»; Manuel Machado (1874-1947) «El caballero de la mano en el pecho»; Rubén Darío (1867-1916) «Al maestre Gonzalo de Berceo»; Antonio Machado (1875-1939) «Rosa de fuego»; Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) «Céfiro dulce que navegando alado»; Carlos Marzal (1961) «La tregua»; Miguel Hernández (1910-1942) «Llamo al toro de España»; Wiliam Shakespeare (1564-1616) «Sonnet XXIX»; y yo mismo Juan Benito Rodríguez Manzanares (1962) «Sahara».

La acentuación fonética la podríamos definir como la obligatoriedad de acentuar todos los versos de un poema en las mismas sílabas. Y remarco, todos, pues en cuanto un solo verso no esté dentro de la acentuación fonética que hayamos elegido, el poema pierde la característica de estar compuesto con una acentuación fonética concreta y pasa a tener acentuación fonética libre.

En la acentuación fonética encontramos dos clases:

- La acentuación fonética libre

Esta acentuación fonética realmente no es tal, pues no se rige por ninguna regla y el poeta acentúa fonéticamente cada verso como le viene bien hacerlo, eso sí debe intentar mantener cierto ritmo, cierta cadencia que suene armoniosa al leer o recitar el poema.

- La acentuación fonética preestablecida

En este caso encontramos dos acentuaciones.
1º Acentuación fonética en versos de arte menor.
2º Acentuación fonética en versos de arte mayor.

En el primer caso, los versos de arte menor no tienen ninguna regla para formar la acentuación fonética, salvo que siempre debe recaer en la penúltima sílaba la acentuación fonética. Las demás sílabas pueden acentuarse donde el poeta estime oportuno. Aunque la verdad es que los poetas que se sienten más inclinados a utilizar de forma habitual la acentuación fonética, también acentúan los versos de arte menor en la primera, segunda, tercera o cuarta sílaba según los gustos del poeta, pero insisto, esto es puramente optativo, pues este extremo no está previsto en la preceptiva poética.

Con respecto a que en la penúltima sílaba debe recaer la acentuación fonética imprescindiblemente, es algo obvio, que siempre se da en todos los versos, tengan estos la métrica que tengan, y el motivo es muy sencillo de entender.

Si la rima la forma una palabra aguda, se le suma una sílaba métrica, por lo tanto, la acentuación fonética recae en la penúltima sílaba métrica.

Si la rima la forma una sílaba plana, la acentuación fonética la tiene la penúltima sílaba métrica.

Y si la rima la forma una palabra esdrújula, se le resta una sílaba métrica, por lo tanto, la acentuación fonética recae en la penúltima sílaba métrica. (Para refrescar el término «sílaba métrica», recomiendo leer el artículo que habla sobre la métrica).

Para hablar sobre la fonética de los versos de arte mayor, lo primero que tenemos que saber es que todos los versos de arte mayor deben separarse por una cesura que dividirá los versos en dos hemistiquios o en dos heterostiquios. Y esto se cumple desde los versos eneasílabos, los cuales son llamados «la métrica maldita», pues por tan solo una sílaba de diferencia con respecto a los versos de arte menor, debe utilizar cesura.

Pero lo bien cierto es que la mayoría de los poetas, comienzan a utilizar la cesura a partir de los versos dodecasílabos, de los cuales pasan a los alejandrinos, y de ahí a los demás versos con métricas pares, donde parece que la cesura se ha afianzado y enraizado. Mas, no así en los versos impares como los tridecasílabos, pentadecasílabos y otras métricas impares, los cuales no suelen ser demasiado utilizados, pero cuando se utilizan deben ser compuestos con cesura que divida a los versos en dos heterostiquios.
Al separar los versos de arte mayor con una cesura, ambos hemistiquios o heterostiquios se convierten en dos versos de arte menor independientes seguidos, cada uno con sus correspondientes normas de composición de los versos de arte menor, es decir, sólo la obligatoriedad de acentuación fonética en la penúltima sílaba, pero como ya he comentado, hay muchos poetas que también deciden acentuar los hemistiquios o heterostiquios en otras sílabas.

Caso aparte son los versos endecasílabos, los cuales son los versos de arte mayor por excelencia, y aunque deberían regirse por las normas de acentuación fonética de todos los versos de arte mayor, realmente no es así y tienen sus propias normas de acentuación fonética.

Estas normas son muchas y muy variadas, como la simétrica, heroica, dactílica, melódica, enfática, sáfica… y, además, multitud de variaciones de estas como la heroica corta, Melódica larga, sáfica corta plena, y tantas otras variantes que necesitaría no un artículo, sino un libro entero para poder explicarlas con un mínimo de amplitud.

Mas, lo que tienen en común todas las diferentes acentuaciones fonéticas salvo algunas variantes sáficas como la sáfica pura plena, o algunas variantes dactílicas como la dactílica pura, es que en todas recae la acentuación fonética en la sexta sílaba y en la penúltima, que como ya hemos visto, es imposible que sea de otra manera.

Y luego dependiendo de que el primer acento fonético recaiga en la primera, segunda, tercera o cuarta sílaba, tienen un nombre en concreto. Si la acentuación fonética recae en la primera silaba es acentuación enfática; si recae en la segunda sílaba es acentuación heroica; si recae en la tercera sílaba es acentuación melódica, y si recae en la cuarta sílaba es acentuación sáfica.

Pero todo este tipo de acentuaciones tan encorsetadas, hace que multitud de palabras no puedan utilizarse, bien por su acentuación fonética, bien por su longitud, haciendo que el vocabulario se reduzca muchísimo a la hora de componer una poesía, es por ello, que los poetas llegan a prescindir de este pilar de la poesía, pero este extremo siempre queda al albedrío de los poetas.

Siento que se me quedan mil y una cosas en el tintero, pero algo más específico, igual sería tema de otra serie de artículos. Y hasta el siguiente, componed mucha y buena poesía.

 
 
 
Fuente:
Revista Esperanta
 
 
 
 
     
   
 
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