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ARTÍCULO 492

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ERMITA DE SAN MIGUEL ARCÁNGEL DE SOTERNES

 

 
 

Valencia es muy dada a no poner en valor su patrimonio histórico-religioso-cultural, y con ello, a dejar en el abandono más absoluto su patrimonio hasta que por falta de mantenimiento, y de sus correspondientes y necesarias rehabilitaciones y/o restauraciones, el bien en cuestión se derrumba por sí mismo, momento en que todos nos apenamos de que se haya derrumbado «eso que había ahí que era tan bonito».

Esta historia es tan cruda como verdadera, pues es lo que ha estado a punto de ocurrirle a la ermita de San Miguel Arcángel de Soternes.

Para comenzar por el principio hay que retrotraerse hasta el siglo XV, siglo en el que el Renacimiento se origina en Italia, teniendo en España, más concretamente en el Reino de Valencia su propio «Renacimiento», el cual dio lugar al Siglo de Oro de la lengua y las letras valencianas, el primer siglo de Oro de todas las lenguas del mundo, el cual estuvo compuesto por multitud de grandes poetas y escritores, y entre ellos, el insigne e impresionante escritor valenciano y en lengua valenciana Joanot Martorell, (ca.1410-1465), el cual vivía en la plaza de San Jorge, actual plaza de Rodrigo Botet, siendo vecino de Joan Roiç de Corella (1433-1497), otro de los grandes escritores del Siglo de Oro valeciano. Joanot Martorell tenía unas tierras en la huerta oeste de Valencia, que en ese momento lindaba con las poblaciones de Chirivella y Mislata. En ella se construyó un caserío solariego, sobre todo para la época estival, y para dotar al mismo de asistencia espiritual, ordenó construir una ermita, la que hoy conocemos como ermita de San Miguel Arcángel de Soternes.

No hay que olvidar que Joanot Martorell fue el escritor de la novela archiconocida mundialmente, «Tirant Lo Blanch» («Tirante el Blanco»), escrita en 1460 o 1464 y publicada en 1490. Esta novela de caballería, fue una de las pocas obras que Miguel de Cervantes Saavedra salvó de la hoguera cuando en su obra Don Quijote de la Mancha, el barbero y el cura eligen los libros que han de quemar de la librería del enloquecido Alonso Quijano.

Con respecto a la ubicación, en la actual plaza de Zumalacárregui, hay que comentar que, en origen, esta estaba situada en el barrio de Soternes, del cual toma su nombre, del Distrito número 7 llamado de La Olivereta, pero al realizar una reestructuración de los barrios, la misma quedó dentro del barrio del mismo distrito llamado De la Luz.

Hoy, tanto esta ermita como su entorno en la plaza, están catalogados como Bien de Relevancia Local, (BRL). En temas eclesiásticos, depende de la Parroquia del Santísimo Cristo de la Luz, situada en el barrio de la Luz.

La ermita es excepcional, pues es la única obra rural en estilo gótico que se conserva de la época. Se construyó en el siglo XV, y según algunos autores fue concluida en 1436. Se trata de un templo de una única nave compuesta por tres tramos cuyos techos, bastante bajos, se realizaron con la técnica de bóveda de crucería, elementos estos que son los originales de su construcción. A ambos laterales de la parte más larga de la ermita, pues la nave central tiene planta rectangular, sobresalen los brazos del crucero, viéndose como unas construcciones rectangulares.

En su interior, aunque parte de la imaginería y otros elementos de culto, fueron trasladados a la parroquia citada anteriormente, aún se conserva la imagen de San Miguel Arcángel, titular de la ermita, y además, las imágenes de la Virgen de los Desamparados, San José, San Antonio de Padua y un Cristo Crucificado que llaman el «Cristo del 3 de Mayo», seguro que por los acontecimiento ocurridos el 3 de Mayo y que tan magistralmente pintó el pintor Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828) en su cuadro titulado, «Los fusilamientos del 3 de mayo». El cristo es obra del escultor imaginero Antonio Royo Miralles, socio de José Rabasa Pérez.

La frontera principal tiene un soportal sobre dos pilastras que abrigan una puerta adintelada y, sobre ella se abre una pared alta y lisa en la que en origen lucía una gran cruz, la cual fue sustituida hace muchos años por un mosaico de azulejos con una gran cruz que lucía en su centro una corona de laurel y en el medio la leyenda:

«Caídos por Dios y por España
José Antonio Primo de Rivera
Agustín March Balbastre
Agustín March Lluna
PRESENTES»

Este mosaico fue retirado hace poco tiempo y ahora la pared está lisa, vacía y simplemente, pintada de blanco. En lo alto de esta pared hay cornisa coronada por una bola de piedra y sobre ella, una cruz de hierro. Los muros, se piensa que están construidos en tapia de argamasa. Su tejado a dos aguas está recubierto de teja árabe, y en el centro del mismo, tanto en largo como en ancho, se alza una espadaña que alberga en su interior una campana fundida en 1718, año en que se le realizó la primera rehabilitación/reforma.

Posteriormente, en 1881, se le derribaron los contrafuertes, creando además unas nuevas capillas. El interior fue enlucido con algún tipo de mezcla y luego pintado, ocultando con ello todos los ornamentos del estilo gótico primigenio.
A la derecha de la ermita, hay una casa, hoy en día totalmente rehabilitada, que era la casa del ermitaño encargado del mantenimiento de la ermita, y tanto esta casa, como la ermita y el jardín que la rodea, como otras dependencias, pues durante un tiempo fue lugar de reposo para sacerdotes enfermos, están vallados, quedando fuera de la valla un gran espacio también perteneciente al BRL.

Estando la ermita en pleno funcionamiento en mitad de la huerta, anualmente se celebraban romerías a ella y otros festejos, pero todo ello fue desapareciendo a medida que el progreso y, posteriormente las fincas de nueve plantas la fueron encajonando en el barrio.

Todo esto hizo que la ermita pasara por un periodo de abandono que la llevó casi a la ruina; en los techos para cubrir los agujeros se le puso uralita, sus vayas y fachada principal han soportado todo tipo de pintadas y otras vejaciones. Y su alrededor, recordemos que es un BRL, ha estado lleno de todo tipo de desechos.

En 2020, la ermita fue adquirida por la iglesia ortodoxa, la cual quiere abrir un templo, y para ello ha cerrado la entrada porticada con ladrillo y rejas, y ha pintado el interior de vivos colores que, según un informe de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, aprobado en Junta General de 14 de junio de 2022, relativo a la ermita San Miguel Arcángel de Soternes, califica las intervenciones realizadas en 2020 y sucesivos, como tan sólo de un «adecentamiento», concluyendo lo siguiente en su punto 5.- Intervenciones recientes y propuesta de actuación:

«Consideramos, por tanto, que nos encontramos ante una intervención claramente ajena a la normativa vigente y a las prescripciones que para el edificio se contienen en la correspondiente ficha del catálogo de protecciones».

Aunque quizá, lo mejor hubiera sido, que el Ayuntamiento Valencia, propietario del inmueble, y la Dirección General de Cultura y Patrimonio de la Consellería de Cultura, hubieran restaurado la ermita y le hubieran dado un merecido uso.

En esta ocasión no puedo recomendar su visita, pues no es visitable turísticamente, aunque como templo ortodoxo, quien lo desee podrá asistir a sus celebraciones.

En este caso lo que luce con luz propia en esta construcción, es su historia y quien está implicado en ella, Joanot Martorell, pues fue, es y será uno de los más grandes representantes del Siglo de Oro de la lengua y las letras valencianas.

Valencia es sinónimo de una gran dejadez y un gran olvido para con sus monumentos.

 
 
 

Fuente:
El Periódico de Aquí

 
 
 
 
     
   
 
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