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ARTÍCULO 489

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CONVENTO DE SAN FRANCISCO

 

 
 

En Valencia podríamos decir sin temor a equivocarnos, que tenemos una «Valencia desaparecida», esa que estaría constituida por todos aquellos monumentos, en la mayoría de los casos, conventos, monasterios, iglesias, ermitas… que, con el paso de los años, siglos, han sido demolidos por diferentes razones, aunque me atrevería a decir que ningún motivo justifica que se demuela una construcción con un valor histórico incalculable e impagable. Aunque, de otro lado, Valencia siempre ha sido muy dada a destruir su propio patrimonio histórico.

Y en este sentido podríamos hablar del Convento de San Francisco, el cual tiene sus inicios en la reconquista del rey Jaime I de Aragón y Valencia (1208-1276), llamado «el Conquistador», pero realmente hay una leyenda que, indirectamente nos habla de este convento diez años antes de la citada reconquista realizada en 1238.

Esta leyenda, quizá pueda ser historia, dice que en el tiempo en que Valencia era una taifa musulmana en la que reinaba el rey Zayd Abu Zayd (1195-1268), dos monjes franciscanos e italianos que residían en Teruel, llamados fray Juan de Perusia y fray Pedro de Saxoferrato, llegaron en 1228 al reino de Valencia y comenzaron a predicar que el rey perdería su reino y que se convertiría al cristianismo. Esto se convirtió en una verdadera profecía, pues así ocurrió; en 1236 el rey Zayd se convirtió al cristianismo bautizándose con el nombre de Vicente Belvís, y el reino fue conquistado por Jaime I en 1238.

La historia-leyenda narra que los dos franciscanos fueron torturados y asesinados, unos dicen que extramuros de la muralla de la Valencia musulmana, y otros que fueron ajusticiados en una plaza llamada, de la Higuera, que estaba situada en la cabecera de lo que hoy es la calle del Mar.

Una vez el rey Jaime I tomó posesión de su nuevo reino, les concedió a los franciscanos que le acompañaban, no se sabe muy bien si por simpatía con los que mataron años antes o no, una parcela de tierra de realengo para que construyeran un convento franciscano extramuros a la muralla donde, según una de las hipótesis, fueron ajusticiados los citados franciscanos. Como apunte histórico-anecdótico, en el convento que se le levantó, reposaron conjuntamente tanto los cuerpos de los franciscanos ajusticiados, se cree que el 29 de agosto de 1228, a los que se recuerda como los «Santos mártires», y el cuerpo del rey que los mandó ajusticiar, el cual, cuando se demolió el convento de San Francisco, fue llevado al Convento de la Puridad y Cofradía de San Jaime, donde se estima que descansan sus restos mortales, pues al ser un monasterio de clausura, el acceso al mismo es muy restringido.

De esta manera, muy cerca de la llamada Puerta de la Boatella, la cual estaba situada entre las actuales calles de Cerrajeros y de San Vicente mártir y, extramuros de la muralla musulmana, se levantó el convento de San Francisco, mas, cuando se concluyó la construcción de la muralla cristiana en 1370, habiéndose comenzado en 1356, quedó intramuros de dicha muralla. Comentar como nuevo apunte histórico, que los franciscanos dijeron que el terreno concedido era insuficiente, así que solicitaron más terrenos y estos les fueron concedidos.

El convento en un principio fue de construcción sencilla y muy austero, como suelen ser la mayoría de los conventos franciscanos, pero el mismo tuvo muchas épocas que hicieron variar bastante su aspecto, tanto exterior como interior. De hecho, la primera reconstrucción se le realizó muy pronto, en la segunda mitad del siglo XIV, pero desgraciadamente no existe ninguna imagen de cómo fue el convento originalmente y tampoco de esa primera reconstrucción. En realidad, una de las pocas imágenes que nos quedan del mismo son las que realizó el matemático, arquitecto, filósofo y teólogo Tomás Vicente Tosca y Mascó (1651-1723), más conocido como el «Pare Tosca», («Padre Tosca»), el cual realizó unos impresionantes planos de la Valencia de su época que, han servido como referencia y en muchos casos, casi únicas referencias de esa «Valencia perdida» que comentaba al inicio del artículo.

Esta citada primera reconstrucción estuvo a cargo del Maestre Racional Berenguer de Codinats. Esta reconstrucción le confirió prácticamente el aspecto final que mantendría hasta ser demolido. La iglesia tomó un aspecto gótico con techo con bóvedas de crucería y ábside poligonal con girola. También se le construyó un campanario de planta cuadrada y gran altura y algunas capillas adosadas a los contrafuertes de ambos lados de la iglesia. Estas capillas fueron:

Capilla de Nuestra Señora de los Ángeles, llamada capilla Porciuncula, la cual tenía una cúpula alta y fue construida por el arquitecto barroco valenciano Juan Bautista Pérez Castiel (1650-1707).
Capilla de la Inmaculada Concepción, que servía como capilla de la Comunión, venerándose en ella a Nuestra Señora de los Ángeles.
Capilla del Buen Pastor, construida a finales del siglo XVII y principios del XVIII.

La iglesia contaba con tres puertas, una de ellas estaba situada a los pies, junto al coro, y por ella se accedía a los dos amplios claustros construidos en 1376 con las edificaciones que los encerraban a dos alturas. A la izquierda del primer claustro se encontraba la Sala Capitular construida en gótico ortodoxo, y tras esta se encontraban las dependencias de los religiosos en lo que se llamó «Obra Nueva». Por esta misma puerta también se accedía a la capilla de la Tercera Orden. Una segunda puerta estaba situada junto a la sacristía y también se accedía por ella a los claustros. Y la tercera puerta con que contaba la iglesia, estaba en el costado opuesto en el que estaba situada la que daba a los claustros, por la que se accedía directamente a una plaza pública con grandes árboles y jardines que también eran parte del convento, el cual también contaba con un enorme huerto y, como era práctica habitual en esos tiempos, un cementerio.

En 1675 se le realizó una nueva reconstrucción al estilo barroco, que era el que hacía furor en ese momento, ofreciendo la iglesia una ornamentación excesivamente recargada. Su cornisa estaba repleta de modillones, flores y florones en las claves de los arcos, y otras muchas cosas que sobrecargaban el ámbito.

Esta exuberante ornamentación se mantuvo hasta 1814, año en que se le realizó una nueva restauración en la que se eliminó todos los ornamentos barrocos, dejando la iglesia prácticamente en sus estado limpio y sencillo inicial. Fue en esta época cuando se construyó la capilla de Nuestra Señora de los Ángeles.

El 6 de octubre 1805 ordenado por el intendente Cayetano Urbina Daoiz (1797-1867), y sin contar con el permiso de los franciscanos, se demolieron las vallas que rodeaban el conjunto y talaron los árboles, básicamente para unir las calles de las Barcas y de la Sangre.

En 1823 se requisa parte del convento para convertirlo en Cuartel de Caballería y, aunque en 1827 lo recuperan los franciscanos gracias al rey Fernando VII de España (1784-1833) llamado «el Deseado» o «el Rey Felón», el convento ya nunca volvería a tener su esplendor que tuvo entre los siglos XIV y XVII.

En 1835, llegó la dramática Desamortización de Mendizábal y con ella, exclaustraron a todos los religiosos, y de nuevo lo convirtieron en un Cuartel de Caballería, en este caso para los Lanceros de Numancia, los cuales añadieron su escudo a la fachada. Aun así, no tuvo un buen mantenimiento, lo que lo llevó a un enorme estado de ruina, lo que llevó a que definitivamente fuera demolido en 1891, dejando un espacio vacío que se denominó los «Solares de San Francisco», germen de la actual Plaza del Ayuntamiento, de la cual, ya hablaremos en otra ocasión.

Una larga y tortuosa historia para una construcción que en la actualidad sería un gran icono de nuestra querida Valencia, pero lamentablemente, no fue así.

Valencia es sinónimo de destrucción de nuestro patrimonio histórico-artístico.

 
 
 

Fuente:
El Periódico de Aquí

 
 
 
 
     
   
 
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