Inicio Juan Benito
 
 


Artículos



ARTÍCULO 461

EL PERIÓDICO DE AQUÍ

El Periódico de Aquí

Volver a El Periódico de Aquí

Volver a Artículos

 
 

ALQUERÍA DE LA TORRE: SIGLOS DE HISTORIA OLVIDADOS

 

 
 

En ocasiones te encuentras en medio de una huerta o en las afueras de una ciudad, una edificación que no sabes qué hace allí e ignoras de dónde pudo venir, pudiendo incluso darse la situación de que veas cómo se está degradando cada día más, llegando al extremo de que, caminar por sus alrededores, sobre todo por la noche, llegue a dar algo miedo.

Algo así ha ocurrido con la Alquería de la Torre, pero para entender que se debe salvar esta edificación de su destrucción, se debe saber qué es y conocer algo de su historia.

La Alquería de la Torre está situada en perpendicular al Camí de Burjassot (Camino de Burjassot), que antaño unía a los municipios de Valencia y Benicalap, pues esta última población fue municipio independiente hasta finales del siglo XIX, época en que definitivamente se convirtió en un barrio de Valencia llamado Benicalap, que, junto al barrio de la Ciudad Artista Fallera, conforman el Distrito 16 de Valencia, llamado también Benicalap.

Está ubicada muy próxima al Parque de Benicalap, en una gran zona calificada como Bien de Interés Cultural (BIC) que es la zona de la Alquería del Moro, restaurada recientemente, siendo a su vez la Alquería de la Torre un Bien de Relevancia Local (BRL).

Esta construcción se remonta a la época musulmana, pues en el Llibre del Repartiment (Libro de Repartimiento) en el que se refleja el reparto que realizó en 1238 el rey Jaime I (1208-1276), llamado «el Conquistador», de las tierra y bienes conquistados entre los leales que le acompañaron en la conquista de Valencia, existe un asiento en el que se especifica que esta alquería fue entregada a una de las familias que más se significaron en la conquista de Valencia.

Sobre la construcción musulmana, en los siglos XIV y XV se alzó una alquería tardomedieval, remodelándose de nuevo en los siglos XVII y XVIII, siglo este último en que, un miembro de la familia Castellví, el cual poesía el título de conde de Castellá, incluyó la Torre Miramar en su ángulo suroeste, siendo esta la característica principal que le da nombre a la alquería, y que en su momento denotaría un rango de poder. Con esta última remodelación ha llegado hasta nuestros días, siendo esta construcción una de las más características e históricas de L’Horta Nort.

Donde está situada, en tiempos fue una zona señorial con numerosas alquerías, como la cercana Alquería del Moro o el Casino del Americano, todos conjuntos monumentales, aunque, la Alquería de la Torre ha llegado a entrar en la Lista Roja del Patrimonio, que mantiene la entidad llamada Hispania Nostra que denuncia los monumentos que por diversos motivos amenazan ruina.

La alquería está construida con dos alturas, consta de una entrada principal perpendicular al camino de Burjassot, con una fachada muy amplia orientada al este donde se encontraban las dependencias comunes, y adosada a ella hay un porche abierto sujetado con cinco columnas rectangulares realizadas en ladrillo que soportan un techado, como suele ser bastante habitual en las zonas de la huerta valenciana, realizado con un entramado de maderas que soportan hojas de parra. Muy próximo había un horno moruno para cocer pan.

La cara sur, donde estaban las dependencias de los propietarios, está paralela al camino, y en el ángulo oeste encontramos la torre que le da nombre, una torre cuadrangular conformada como una pequeña tercera altura descubierta desde la que se tiene una visión total de la zona. La torre está almenada rematando estas unas piezas tronco piramidales, bastante utilizadas en la época musulmana, aunque fue un añadido que realizó familia Castelví sobre 1760.

En 1939, al terminar la Guerra Civil Española, también se le realizaron reformas importantes.

En la cara oeste se encontraban las dependencias de trabajo, y en la cara norte estaban las caballerizas y la casa del Administrador de la Finca. Todo el conjunto de forma cuadrangular conformaba un gran patio interior abierto.

Dado el constante estado de abandono que ha sufrido la alquería, donde las humedades se han enraizado, las acciones de los grafiteros han deslucido y borrado las huellas del pasado y las personas que la han utilizado durante décadas para dormir, vivir o hacer fiestas sin tener el más mínimo miramiento por la historia, han hecho que las pinturas murales que había en su interior se hayan perdido casi en su totalidad. Sobre la chimenea del salón hay un motivo frutal en un gran frutero dorado con forma de jarrón y unos motivos florales orlándolo, y bajo todo ello con numerosos adornos y cenefas en tonos azules, rojos y amarillos que son los colores de la Real Señera de Valencia, se encuentra el escudo original del Reino de Valencia.

Las pinturas «a la cal» que había en la cocina representando utensilios de cocina, algún estante y algunos embutidos, se han perdido casi totalmente. En la cocina en uno de los platos pintados en la pared que simulaba ser de cerámica de la que hoy se conoce como «de Manises», se lee:

«Bón pá y bón ví.. arre.. rosí»
(«Buen pan y buen vino… arre… rocín»)

Las paellas pintadas en la pared en distintos tamaños que van desde una muy grande hasta una muy chiquitita, todas tienen bajo ellas pintadas unas notas musicales: «do, re, mi, fa, sol, la, si»

En la chimenea hay una paella pintada sobre un fogón que en valenciano arcaico dice:

«Aon no hi ha sang no’s pogen fer butifarres»
(«Donde no hay sangre no se pueden hacer butifarras»)

El pavimento del suelo, donde aún queda algo, es de colores llamativos y, los techos cuentan con vigas de madera y entre ellas, en tonos azules, hay numerosos motivos decorativos. Esta alquería, como algunas otras, nos ofrecen un «documento vivo» de cómo vivían las personas de la época.

Desde 2015 esta alquería es de propiedad municipal y en 2017 comenzó la voluntad de recuperar la alquería para ubicar en ella un restaurante y una escuela de gastronomía vinculada a los productos valencianos, aunque no es lo que querrían los vecinos que, solicitan que se ponga un centro para mayores y talleres ocupacionales, que reflejaría más la necesidad del barrio.

Sea como fuere, no se debía haber dejado perder todo lo que esta alquería nos había legado, pues estos «documentos históricos» una vez desaparecen nunca más se pueden volver a recuperar, y ni siquiera una buena restauración puede «volver a la vida» algo que desapareció hace décadas, como en el caso de las pinturas murales.

Visitar ahora este monumento BRL, es imposible, pues está todo cerrado y las puertas y las grandes ventanas, presentando algunas unas rejas de hierro forjado, están tapiadas, así como cerrada la puerta de acceso a la alquería. Una verdadera pena.

Valencia, en algunas ocasiones, es sinónimo de dejadez y no saber valorar su patrimonio.

 
 
 

Fuente:
El Periódico de Aquí

 
 
 
 
     
   
 
    Amigos conectados     Arriba