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ARTÍCULO 460

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GRAF ZEPPELIN: COLOSAL

 

 
 

Los acontecimientos que, pasadas varias décadas de ellos, tan sólo son parte del recuerdo de algunas personas mayores, o del recuerdo colectivo local, nacional o internacional, en el momento en que se produjeron, fueron el acontecimiento del momento, pasando a ser noticia en todos los medios de comunicación.

Esto es lo que ocurrió con el dirigible alemán LZ 127 Graf Zeppelin, el dirigible más grande que se había construido hasta finales de la década de 1928, pues este dirigible realizó su primer vuelo, el 18 de septiembre de 1928.

Para que nos podamos hacer una idea de las dimensiones de este colosal dirigible hay que saber sus datos técnicos:

Longitud: 236,53 m.
Diámetro: 30,48 m.
Volumen: 105.000 m³.
Sustentación eficaz: 60.000 kg.
Motores: 5 Maybach VL-2 de 12 cilindros y 410 kW (550 CV) cada uno.
Velocidad máxima: 128 km/h.

Todo esto era controlado por una tripulación de 40 personas y podía llevar a 20 pasajeros. Todo un icono de la ingeniería aeronáutica de la época.

Esta impresionante aeronave de forma puriforme con la panza llena de gas, en 1929 viajó desde Friedricshafen (Alemania) hasta España con destino en Barcelona, donde desde el 20 de mayo de 1929 hasta el 15 de enero de 1930 se celebró la Exposición Internacional de Barcelona, ya que en ella tuvo lugar la Semana de Alemania, país de origen del dirigible.

Mas, una vez allí, el jueves 24 de octubre de 1929, (día en que se inició el tristemente famoso «Crack del 29» en Nueva York), se desplazó hasta Valencia, donde estuvo evolucionando sobre el cielo valenciano durante largo tiempo dejándose ver ya no sólo en Valencia capital, sino también en municipios como Torrente o Benicalap, pues este último fue municipio independiente hasta finales del siglo XIX, en que definitivamente se convirtió en un barrio de Valencia perteneciente al actual distrito 16.

En su evolución en el cielo valenciano, volaba con una cota de altura muy baja, como recreándose en su viaje. La llegada del Graf Zepelín, (Conde Zepelín) a Valencia causo un gran revuelo y admiración, pues era la primera vez que se veía una aeronave de este estilo y tamaño sobrevolar el Miguelete, la Catedral y otros lugares emblemáticos de la ciudad.
Algunos diarios dejaron su admiración plasmada en sus páginas:

«Los valencianos se sorprendieron, la noche del 24 de octubre, ante la presencia de un enorme dirigible que sobrevolaba la ciudad a muy poca altura. Se trataba del Conde Zeppelin…» (Las Provincias).

«A las ocho en punto en nuestra ciudad se oyó un zumbido fuerte y continuado semejante al de varios motores de aeroplano. Poco a poco el ruido aumentó, y el gentío que a dicha hora transita diariamente por Valencia dio cuenta de la presencia del Zeppelín, que volaba a poca altura de los tejados. La noticia de la presencia del dirigible cundió rápidamente, y pronto la población ofreció un animado aspecto, pues en las calles, balcones y azoteas se estacionó el vecindario siguiendo las evoluciones del Zeppelín. Este pudo verse perfectamente, pues llevaba todas las luces de las cabinas encendidas, así como los reflectores laterales». (El Mercantil Valenciano).

Además, desde el Puerto de Valencia, los reflectores del cañonero Eduardo Dato de 77 metros de eslora, enfocaron al dirigible, y este quedó plenamente iluminado y visible para todos los valencianos, los cuales tuvieron la oportunidad de tomar multitud de fotos del evento tan inusual y grandioso que estaba sucediendo.

El dirigible LZ 127 Graf Zeppelin, tuvo una ruta estable de ida y vuelta a Sudamérica, esto llevó a que volviera a verse en los cielos valencianos en otras ocasiones como el 13 de septiembre de 1932, un día muy lluvioso, durante su viaje de ida en su itinerario de Alemania a Brasil. Y, nuevamente fue visto en el cielo valenciano el 3 de octubre de ese mismo 1932 en su viaje de vuelta.

De nuevo algunos diarios se hicieron eco del dirigible surcando el cielo valenciano.

«A las ocho de la mañana de hoy el dirigible Graf Zeppelin pasó por Valencia a escasísima altura. Desde tierra se divisaba perfectamente, a pesar de la lluvia torrencial, a los pasajeros que ocupaban la cabina del dirigible.

El Graf Zeppelin, al llegar a la altura de Torrente, puso proa al mar, con rumbo a Baleares. Los ciudadanos que se dirigían a sus ocupaciones, pese a la lluvia, siguieron con interés las evoluciones del dirigible». (La Luz. 13 de septiembre de 1932)

Y la última visita documentada del dirigible a la ciudad de Valencia, se realizó el 1 de noviembre de 1933, en su viaje de Sevilla a Marsella. Quiero hacer notar que el aeródromo de Valencia se inauguró en la década de 1930. Este nuevo paso por Valencia también fue recogido por algunos diarios.

«A las ocho y cinco despegó el dirigible [desde Sevilla], emprendiendo rumbo a Valencia, desde donde se dirigirá a Marsella. En el aeródromo se encontraba regular gentío, que tributó a los viajeros una cariñosa despedida. El Graf Zeppelin evolucionó un rato sobre Sevilla antes de tomar su ruta. A bordo del dirigible van veinticinco pasajeros. El señor Casso, ingeniero director de las obras de este aeropuerto […] El director general de Aeronáutica, señor Alvarez Buylla, y el secretario, señor Bordóns, van también…» (Ahora. 2 de noviembre de 1933).

Posteriormente, la visita por los cielos valencianos se hizo bastante habitual y ya no provocó reacciones en la prensa, pues el Graf Zeppelin hasta 1936 continuó sus viajes de ida y vuelta a Sudamérica hasta que la Guerra Civil Española impidió que el dirigible pudiera pasar por el cielo de nuestro país y, por consiguiente, por el cielo de Valencia.

Como apunte histórico comentar que, el Graf Zeppelin fue desguazado para piezas de aviones de combate en 1940, ya que la tragedia del LZ 129 Hindenburg cuando aterrizaba en Nueva Jersey el 6 de mayo de 1937, en la que murieron 35 personas, puso el punto final a estas gigantescas aeronaves como medio de transporte. Apuntar que el Hindenburg junto con su hermano gemelo, el LZ 130 Graf Zeppelin II, fueron los mayores dirigibles que se hayan construido en la historia, contando con una longitud de 245 metros.

Qué bonito e impactante debió ser ver flotar en el cielo valenciano tan gran obra de la ingeniería aeronáutica, con su colosal tamaño y el inmenso y penetrante ruido que provocarían sus cinco motores a baja altura, seguro que debió quedar impresionado para siempre en las retinas y sensaciones de las personas que tuvieron la suerte de verlo.

Valencia es sinónimo de admiración por las grandes obras de la ingeniería.

 
 
 

Fuente:
El Periódico de Aquí

 
 
 
 
     
   
 
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