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ARTÍCULO 451

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ESCALERA REAL

 

 
 

En ocasiones la modernidad se engulle monumentos sin el más mínimo esfuerzo ni pudor, cuando con buena voluntad y saber hacer, podrían convivir en harmonía la historia y la modernidad.

Esto fue lo que ocurrió con la Escalera Real, una pieza clave e icónica dentro del ámbito de los monumentos de Valencia, pues, aunque es cierto que no tenía características arquitectónicas singulares o de un relevante estilo puro y definido, sí que era un elemento del Puerto de Valencia por el cual han pasado infinidad de viajeros, pues durante muchísimos años, fue la puerta de entrada a Valencia por el mar.

La historia del Puerto de Valencia se remonta a 1483, año en que el rey Fernando II de Aragón (1452-1516) llamado «el Católico», expide un privilegio a favor de Antoni Joan para construir un puente en el Grao de Valencia que se llamó «Pont de Fusta». (No confundir con la pasarela peatonal que une ambas márgenes del río Turia frente a la actual Jefatura de Policía de la Generalitat Valenciana,).

Desde ese momento y con el paso de los años, se fueron realizando más y más obras en favor de dotar a Valencia de un puerto como se merecía, y tan impresionante como el que actualmente tiene. En el trascurso de esas continuas obras, Tomás Güelda, con los sillares del puerto en piedra de las canteras de la ciudad de El Puig, a finales del siglo XVII, concibió una gigantesca escalera, que llegó a tener una anchura de unos 25 metros, prácticamente igual que la Avenida del Puerto, que era la vía con la que conectaba de forma natural, pues estaba al final de la misma.

La escalera durante su vida tuvo algunas mejoras y reformas, siendo la configuración que llegó hasta su súbita desaparición, la de una escalera en dos tramos. El primero de ellos, el que arranca a ras de la tierra, el que tenía 10 peldaños con una huella o ancho de paso muy generosa y una contrahuella o altura de peldaño no demasiada pronunciada. Tenía una baranda que nacía a ras de suelo y se iba haciendo más alta a medida que se bajaba. Luego se abría un muy amplio rellano o descanso dividido en dos partes, pero unidas entre ellas formando una «T» mayúscula, una de ellas llegaba de extremo a extremo de la escalera y conformaría la parte alta y trasversal de la «T», y la otra parte, era algo más estrecha para dejar paso a que los seis peldaños que nacían a partir de él rodearan completamente esa parte del descanso.

Con esto, la escalera se internaba en el agua del puerto, pudiendo tocarse la misma, y quien suscribe el presente artículo lo hizo en su niñez más de una vez. E incluso los críos más audaces, se lanzaban al agua desde el último escalón de la escalera.

El puerto continuó creciendo y en él, Federico Membrillera construyó el edificio que hoy en día se conoce como el «Edificio del Reloj» por tener una alta torre mirando al mar, con un reloj en lo alto de la misma. Ese edificio fue la primera Estación Marítima que tuvo el Puerto de Valencia. Esta edificación se construyó en la margen izquierda de la escalera, según el sentido de bajada al agua y muy cerca de la misma y, con esta construcción, en 1911, se colocaron sendas farolas a ambos lados de la escalera. Estas farolas eran muy altas, tenían unos pedestales de obra enormes y contaban con multitud de ornamentos y filigranas que hacían que por sí mismas ya fueran dignas de admiración.

Por esta escalera, el 17 de octubre de 1840, bajó doña María Cristina de Borbón-Dos Sicilias (1806-1878), reina consorte por su matrimonio con el rey Fernando VII de España (1784-1833) llamado «el Deseado» o «el rey Felón», y regente del reino de España entre 1833 y 1840, durante una parte de la minoría de edad de su hija, quien estaba destinada a ser la reina Isabel II de España (1830-1904) llamada «la de los Tristes Destinos» o «la reina Castiza», cuando partió al exilio tras ceder su regencia al General Baldomero Espartero (1793-1879).

Algunos años después, en 1858, la reina Isabel II de España, ya convertida en reina de España, y acompañada por su esposo el rey consorte Francisco de Asís de Borbón (1822-1902), procedente del Puerto de Alicante, llegaron al Puerto de Valencia a bordo del vapor «Hinier» para, entre otros menesteres, ver las obras del Puerto de Valencia, y esta llegada de la reina Isabel II de España a Valencia, y la utilización de la escalera, fue la que le concedió el apelativo de «Real» a la misma, conociéndose desde ese momento como la «Escalera Real del Puerto de Valencia».

Además, este hecho histórico trajo consigo otro hecho histórico para la Escalera Real y para la propia historia de Valencia, pues en este evento se hizo el primer reportaje fotográfico que se realizó en España. El mismo estuvo a cargo del valenciano nacido en Bicorp José Martínez Sánchez, y el mejicano Antonio Cosme. Las imágenes no fueron publicadas nunca, pero se conservan en los álbumes del Palacio Real de Madrid. Este importante reportaje es el primer antecedente de lo que posteriormente se conocería como, «reportaje fotográfico de prensa».

Mas, llegada la década de 1980, la modernidad impuso que se realizara la edificación de la Estación Marítima de Trasmediterránea, la primera empresa naviera española, y para ello, cubrieron la Escalera Real con hormigón dejándola oculta bajo el pantalán de la dársena interior del puerto, sin tener el más mínimo miramiento por la historia, más aún cuando el estado de la Escalera Real era inmejorable para los siglos que tenía.

En 2017, para el evento de «La Copa América» la Autoridad Portuaria de Valencia (APV), realizó unas prospecciones con georradar para comprobar el lugar exacto donde se encontraba la Escalera Real y el estado de la misma, pudiendo constatar fehacientemente que los sillares de la escalera se encontraban en perfeto estado, es más, llevaron a cabo una cata en la que pudieron constatar que, por lo menos donde se había realizado esa cata, la Escalera Real estaba en perfecto estado de recuperación, pero esa cata, por diversos motivos, se volvió a tapar.

Dos años después, gracias a una moción del Partido Popular, se solicitó que la Escalera Real fuera recuperada por la Autoridad Portuaria de Valencia y que tras hacerlo la cediera a la ciudad de Valencia. La moción prosperó y hay buena voluntad para recuperarla, pero el coste de dicha recuperación es muy alto, cuando se hizo el estudio se valoró en 1,5 millones de euros.

Posteriormente se cursó la solicitud para que la Escalera Real, y aún no ha sido recuperada, se convierta en Bien de Relevancia Local (BRL) y en Bien de Interés Cultural (BIC) para poder obtener los fondos necesarios. Pero estas son las fechas y la Escalera Real sigue oculta bajo toneladas de hormigón.

Valencia en ocasiones, es sinónimo de no saber mantener un equilibrio entre historia antigua y moderna.

 
 
 

Fuente:
El Periódico de Aquí

 
 
 
 
     
   
 
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