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ARTÍCULO 399

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LA COTORRA Y EL PARDAL

 

 
 

Valencia en España, es tierra de grandes historias y de grandes leyendas, y de entre estas últimas voy a rescatar una de las más bonitas que a su vez se desdobla en dos leyendas independientes, pero, en cierto modo entrelazadas, la leyenda de «La cotorra y el pardal» («La cotorra y el pájaro»).

La cotorra y el pardal son dos agujas que mantienen dos veletas de las más emblemáticas de las que hay en la ciudad de Valencia. El pardal, también llamado «El pardal de Sant Joan» («El pájaro de San Juan») o «El pardal de Sant Joan del Mercat» («El pájaro de San Juan del Mercado»), haciendo referencia ese Mercado al Mercado Central de Valencia, se encuentra en lo alto de la puerta principal de la Iglesia de los Santos Juanes, situada en la Plaza del Mercado s/n, de la cual se tiene referencia desde el reinado del rey Jaime II de Aragón (1267-1327) llamado «el Justo», teniendo esta un cementerio que bendijo Pedro Martínez de Luna y Pérez de Gotor (1328-1423) quien llegaría a ser el Papa Benedicto XIII, más conocido como el «Papa Luna». Mas, desde el siglo XIV, esta iglesia está dedicada a San Juan Bautista y San Juan Evangelista, que son los «Juanes» a los que hace referencia su nombre.

La veleta «el pardal», es un gran pájaro negro con las alas extendidas en posición de volar que está sobre una gran bola, el cual sostiene una cadena en el pico de la que pende una bola.

La leyenda del Pardal de Sant Joan, hace referencia a los tiempos en que la vida estaba tan mal, que algunos padres, sobre todo de los que vivían en el campo, llevaban a sus hijos pequeños a la ciudad, a la plaza donde desde tiempos inmemoriales hubo un mercado, para poder entregarlos como criados a algún comerciante o persona adinerada, bien para darles un futuro mejor o bien simplemente para quitarse una boca que alimentar. Pero cuando no podían hacerlo, engañaban a sus hijos haciendo que miraran la veleta del pardal, y de ella, la bola que pendía del pico por una cadena, la cual les decían que esta estaba a punto de caer y que, quien la cogiera sería rico para siempre y no tendría que trabajar nunca más, y evidentemente, no era así, la bola no caía, pero los padres aprovechaban ese momento de distracción para huir, dejando a sus hijos a expensas de la buena gente que hubiera por los alrededores en ese momento.
Esta leyenda la recoge el insigne escritor valenciano Vicente Blasco Ibáñez en el libro «Arroz y tartana», uno de sus libros más famosos de su época costumbrista.

«Vagaban padre e hijo, aturdidos por el ruido de la venta, estrujados por los codazos de la muchedumbre, e insensiblemente, atraídos por una fuerza misteriosa, iban a detenerse en la escalinata de la Lonja, frente a la famosa fachada de los Santos Juanes. La original veleta, el famoso Pardalot, giraba majestuosamente.
—¡Mia, chiquio, qué pájaro!… ¡Cómo se menea!… —decía el padre.
Y cuando el cerril retoño estaba más encantado en la contemplación de una maravilla nunca vista en el lugar, el autor de sus días se escurría entre el gentío, y al volver el muchacho en sí, ya el padre salía montado en el macho por la Puerta de Serranos, con la conciencia satisfecha de haber puesto al chico en el camino de la fortuna.
El muchacho berreaba y corría de un lado a otro llamando a su padre. «¡Otro a quien han engañado!», decían los dependientes desde sus mostradores, adivinando lo ocurrido; y nunca faltaba un comerciante generoso que, por ser de la tierra y recordando los principios de su carrera, tomase bajo su protección al abandonado y le metiese en su casa, aunque no le faltase criadico». (sic)

Posteriormente, el Mercado Central de Valencia, inaugurado en 1928, se construyó tan cerca de la iglesia de los Santos Juanes, que tan sólo los separa una estrecha calle llamada «Camí vell de la paya» («Camino viejo de la paja»). El edificio modernista del Mercado Central, tiene dos agujas que sostienen dos veletas. Una de ellas tiene un pez espada y está situada sobre una cúpula que hay en la zona de pescadería, la cual, a efectos de historias y leyendas, pasa prácticamente inadvertida.

La otra es una cotorra en posición «avispada», es decir con su cuerpo casi horizontal y la cabeza mirando hacia abajo, la cual está como a un metro por encima de una corona real, y el conjunto está situado en la cúpula central y más grande que el Mercado Central tiene sobre la zona de la huerta.

Así pues, la leyenda de «La cotorra y el pardal», nace tras la construcción del Mercado Central, pues a nivel popular se decía que la cotorra encarnaba lo banal, lo mundano, lo intrascendente que día a día se comentaba en el mercado, teniendo como valedor el refrán valenciano que dice, «Dos dònes i un pato, mercat» («Dos mujeres y un pato, mercado»). Y la veleta del pájaro de la iglesia de los Santos Juanes simbolizaba lo espiritual y los pensamientos más elevados.

Así pues, dice la leyenda popular que, la cotorra le contaba al pardal todas las historias que oía en el mercado, aunque no pudiera verlo debido a la posición de su cabeza, diciéndole en ocasiones que, tenía muchas ganas de que algún día, en alguna restauración, le cambiaran de posición la cabeza y pudiera ver a su contertulio, «El Pardal de San Joan».

Y al hilo de esta leyenda Paco Barchino (1897-1955) hizo un libro al que el compositor Leopoldo Megenti (1894-1969) puso letra, convirtiéndose en un satírico sainete en clave de humor y con un texto que estaba inundado de dobles sentidos titulado «La cotorra del Mercat», estrenándose el 20 de abril de 1946 con un éxito arrollador, llegando a realizarse 1523 representaciones en todo lo que en la actualidad es la Comunidad Valenciana. El sainete, además, ofrece una clara visión de la Valencia de la década de 1940. En 2017 se realizó una nueva revisión del sainete de Barchino y Magenti que se llamó «El retorn de la cotorra del Mercat» («La vuelta de la cotorra del Mercado»).

Aquí dejo, en español, un extracto de la obra original «La cotorra del Mercat», en el que también hacen partícipe al pez espada:

Cotorra: ¡Eh, tú, pececito, despierta! ¿No ves que debes de cuidar tus bajos? Estás en tu veleta para que todos vean que custodias el pescado. ¡Muévete que haces falta! En vez de un «pez espada», pareces un «pez navaja». Luego dicen que con todos me meto.

¡Boquerón, merluza, calamar!

Pardal: Parece que hoy la Lonja tiene abierta la puerta de las escaleras.
Cotorra: ¿Por qué? ¿Para qué? Dime qué sabes, que yo desde aquí no la veo.
Pardal: ¡Pregúntaselo a la Paquita, a la Asunción o a la Amparín!, que seguro que ellas lo saben bien. ¡«Dotoras», más que «dotoras»!
Cotorra: Siempre vas con tus secretos. De lo que ves no cuentas. ¡Eres un estirado!

¡Aceitunas, salazones, bacalao!

Pardal: Yo desde mi altura veo historia: desde el Tros Alt hasta la plaza del Doctor Collado, la Lonja, La Compañía y hasta la Plaza Redonda. Y si el viento me gira, el palacio de los Valeriola y la gran cúpula de las Escuelas Pías. Siempre con la cabeza bien recta y hacia donde el viento me la quiera girar. Elegante, culto, poeta y contador de historias.
Cotorra: Y... ¿Algo más? Creo que me miras demasiado. Claro que... teniendo delante las gárgolas picantonas de la Lonja...

¡Pollo, conejo, morcilla!

Pardal: Siempre estás mirando hacia abajo. No puedes saber si te miro. Suficiente tienes ya con tus cotilleos del mercado.
Cotorra: ¡Anda bonico! Que algún día en alguna restauración, a mí me enderezarán el cuello, a ti te quitarán la bola y por fin podré mirarte... Como Dios manda. Un pardal y una cotorra...

Valencia es sinónimo de las más bellas historias y leyendas.

 
 
 

Fuente:
El Periódico de Aquí

 
 
 
 
     
   
 
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