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ARTÍCULO 263

EL MONÁRQUICO

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A VUELTAS CON EL QUIJOTE

 

 
 

En la actualidad, los autores de los libros, se afanan en buscar un prologuista que con un brillante texto preceda su libro, una persona que sea relevante o que despunte en el ámbito donde se desarrolla el libro. Así, si que lo que estamos componiendo es un poemario, buscaremos ese poeta que está marcando tendencia dentro de la poesía Y si nuestro texto es una novela, por citar dos ejemplos, buscaremos al mejor novelista que esté a nuestro alcance, quedando complacidos en extremo si nuestro prologuista fuera el último Premio Cervantes, máximo reconocimiento a la labor creadora de los escritores de habla hispana, y que él nos regalara su magia en esas breves páginas que antecederán nuestra novela, buscando con ello, si cabe, ensalzar aún más nuestro trabajo, pues el apoyo de una firma de prestigio, siempre es sinónimo de calidad.

Pero esto no siempre ha sido así, pues en los siglos XVI y XVII, tiempo en que vivió Cervantes, escritor y poeta que le da nombre al premio citado anteriormente, los autores cuando concluían una obra y se disponían a publicarla, no buscaban un prologuista, sino un poeta que le compusiera una serie de poemas laudatorios donde se pusiera en valor las virtudes esa obra y la calidad de la pluma de su autor. Y no es difícil imaginar a un escritor eligiendo un poeta que elogiara su obra, e incluso, según fuese el escritor, tampoco es difícil imaginar a los poetas coetáneos, esperar ser los elegidos para poder ensalzar la obra de un insigne escritor del momento, pues con esa acción, ambos ganaban en prestigio, el escritor y el poeta, o ambos poetas según fuera el caso.

Además de lo dicho, tenemos que de la misma manera a como hoy se hace con las Notas de Autor que algunos libros poseen, donde el autor del original elogia y pone en valor algunos aspectos de su obra y/o da las gracias a algunos personajes relevantes del ámbito en que se desarrolla el libro, o a los posibles intervinientes en su obra en cualquier aspecto de la misma, en el nicho histórico citado anteriormente, también se solía realizar esta práctica para que las personas citadas por el autor de la obra, pudieran ejercer de mecenas de las mismas o las favorecieran en la medida de sus posibilidades, y evidentemente, don Miguel de Cervantes no escapó a ninguna de las dos prácticas citadas en ninguna de sus dos vertientes, así, compuso poemas para otros autores y recibió poemas de otros autores para algunas de sus obras, así como también realizó esas Notas de Autor para algunos de sus libros.

Pero en la obra que con el paso de los siglos se ha consagrado como la obra señera de las letras españolas, traducida a más de 140 lenguas y variantes de lenguas, incluido el Braille, la lengua de los ciegos, y que tiene el privilegio de ser la segunda obra más editada, publicada y leída tras la biblia, parece ser que don Miguel de Cervantes Saavedra, no encontró ningún poeta en ese momento histórico que estuviera dispuesto a componerle los poemas laudatorios para su Quijote.

El escritor Agustín Redondo nos deja entrever en su obra “Otra manera de leer El Quijote”, que Lope de Vega nos da a entender que Cervantes no encontró poeta que le compusiera los poemas para El Quijote, porque los autores del momento pensaban que, era un libro de poca monta. Y Martín de Riquer en su libro, “Para leer a Cervantes”, recoge una carta datada en agosto de 1604, en la cual en uno de sus párrafos decía, “De poetas no digo: buen siglo es éste. Muchos están en ciernes para el año que viene, pero ninguno hay tan malo como Cervantes ni tan necio que alabe a don Quijote”.

Y aunque lo cierto es que El manco de Lepanto, Cervantes, y El Fénix de los ingenios, Lope de Vega, eran amigos e incluso vivían en la misma calle, acabaron siendo enemigos acérrimos y declarados, por lo que las afirmaciones citadas anteriormente, igual no tienen más valor que el anecdótico. Pero no es menos cierto, que el propio Cervantes reconoce que fue él mismo quien tuvo que componer los poemas laudatorios para su Quijote, y esto nos da a entender que en realidad no encontró poeta alguno que le compusiera los poemas para El Quijote. Mas, en estos poemas autocompuestos, apenas alude al autor, pues era él mismo, centrándose en aludir a los personajes y a la novela en sí.

En concreto, estos poemas previos a la obra, son diez sonetos, confiriendo la autoría de ellos a los personajes de los cuatro libros del virtuoso caballero Amadís de Gaula, es decir, la maga Urganda, el propio Amadís de Gaula y su amada Oriana, Gandalín el escudero, y otros caballeros andantes, a saber, Don Belianís, el caballero del Febo, Solisdán, el Donoso, Orlando el Furioso, y para cerrar estos sonetos, no puedo dejar de citar el que está compuesto por Babieca y Rocinante, siendo este soneto un diálogo entre ambos caballos.

Aunque en la composición de estos poemas deja entrever su rechazo a los poemas laudatorios, lo cierto es que para poder estar en la línea que mandaba la moda del momento en 1604/5 cuando se imprimió por primera vez El Quijote, fue el mismo Cervantes quien tuvo que componerse sus propios poemas laudatorios, pero ahora, en 2017, pasados unos 412 años desde la primera publicación de la obra, seríamos muchos los poetas que nos pondríamos a hacer cola ante la puerta de don Miguel para que nos eligiera como poeta para ensalzar su obra.

Parece ser que sus contemporáneos no supieron ver la genialidad de un autor que siempre será recordado por su don Quijote de la Mancha, el laureado don Miguel de Cervantes Saavedra.

 
 
 
Fuente:
http://www.elmonarquico.com/texto-diario/mostrar/774624/vueltas-quijote
 
 
 
 
     
   
 
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